Me tomó 23 años y un pésimo corte de cabello descubrir que sí me importa cómo me veo.
Sin embargo, ahora que me veo tan de la fregada, me siento super valiente cuando salgo a la calle, casi merecedora de un premio por ello. Así que de un extraño y retorcido modo, mi cabello infernal al final va a subirme la autoestima.