jueves, 30 de julio de 2009

Tuesday Night Fights: Memmis VS el bicho semi-rastrero

Pocas cosas hay en la vida que me den tanto asco como los caracoles y las cucarachas. Supongo que es por eso que, cuando una de mis tías regiomontanas decía algo de los cucarachos voladores, simplemente creía que me estaba choreando - de por sí cucaracha, ¿¡y además vuela!? Me rehúso a creerlo, es demasiado horrible.

Para mi consternación, tuve la desgracia de enfrentarme a tal horror durante mis vacaciones.

Salía yo de mi regaderazo de medianoche (pa' combatir el calor) cuando escuché unos como golpecitos en la sala. Asumí que era una pobre polilla estampándose contra el foco (qué idiotas me han parecido siempre, las polillas) y me dirigí al lugar, dispuesta a auxiliarla a salir.

Oh, terror! Lo que se está estampando, y contra la pared inmaculada (recién pintada!), es una maldita cucaracha, o más bien, un jodido cucaracho volador (allá son masculinos). Mamaaá pero ni a quién gritarle, toda mi familia está dormida.

Regreso al baño y tomo el primer insecticida que me topo y rocío hacia el infecto insecto. ERROR es insecticida común y corriente, y lo único que logro con ello es que deje de chocar contra el muro y comience a volar en círculos. Oh, carajo, ¿¡qué es lo que quiere!?

Corro por el insecticida verde y apestoso, que extrañamente es de atomizador y no de spray, regreso a la sala y chillo - la cosa esa vuela directo hacia mí! Mi instinto de nena chillona me ordena cubrirme la cara; por pura obra y gracia de san Charmín al subir mi brazo aprieto el atomizador y la descarga le da de lleno. Eso lo obliga a alejarse, pero nada más.

Pensando que puedo acorralarlo, lo persigo, planeando echarle otra rociada. Mas lo intuye, y en vez de volar, corre hacia el otro lado. Yo estoy descalza, así que brinco como estúpida (que no me toque, que no me toqueee!) y el maldito insecto rastrero (como dice el insecticida) se acomoda en lo alto de una pared, en una posición ventajosa respecto a mí. Creo que sabe que si vuelve a acercarse volando, caeré presa del terror y ya nada podré hacer.

Tomo aire y me arriesgo, tal vez sea mi última oportunidad - rocío con ambos insecticidas (la que no estaba panickeada), logrando que caiga al suelo. De haber sido mi padre, lo hubiera pisado, pero yo no me atrevo (guácala). Así que lo rocío con más insecticida verde.

Llega el momento cruel. No sé si alguien ha sido lo suficientemente desalmado como para haberlo presenciado previamente; si sí, sabrá entonces que, al ser rociado, el insecto queda patas arriba (algún biólogo o químico que pueda decirme el por qué?) y se retuerce por unos momentos, lo cual es bastante desagradable de ver. Y, pues el pobre bicho se retuerce y se retuerce pero pasa el tiempo y el muy cochino NO SE MUERE. Y no se muere.

Yo ya no sé qué hacer. Me gustaría brindarle una muerte instantánea y ahorrarle la agonía (después de todo, fue un gran contrincante), pero esto está más allá de mis capacidades. Así que vuelvo a bañarlo en sustancia tóxica y con ayuda de una escoba, lo arrojo hacia afuera.

Supongo que podríamos declararlo un empate técnico: no me consta que haya fallecido (después de tres rociadas de insecticida verde y dos del normal! era - es? - un valiente), y yo comprobé (demonios) que los cucarachos voladores existen.

Espero no haya sobrevivido, ¿qué tal si consigue refuerzos y vuelve por mí, a cobrar venganza?!

lunes, 27 de julio de 2009

Me gusta vacacionar en casa de mi papá

Porque cuando llego, mi papá ya compró de mi helado, cereal, cacahuates o papitas favoritas, y mantequilla de cacahuate. Porque me despierta temprano para que me bañe, pero el desayuno ya está listo. Porque el desayuno consiste en huevos, pan, fruta, leche y jugo de naranja. Porque todos los días salimos a caminar. Porque si hay algún programa que quiera ver, mi papá me cede la televisión. Porque en mi cuarto puso el mejor ventilador. Porque compra el shampoo, la leche y las salchichas de la marca que yo escoja. Porque puso una repisa para mis libros. Porque me deja recortar su periódico. Porque me permite dormirme en las tardes y/o desvelarme. Porque vemos casi cualquier partido de futbol que estén pasando. Porque él hace de comer, y cocina bieeen sabroso. Porque comemos comida china aunque sea una vez. Porque no hay computadora, pero sí teléfono con larga distancia nacional ilimitada. Porque sólo se hace el quehacer indispensable, y él lo hace casi todo. Porque platicamos mucho, y de todo. Porque lava mis tenis. Porque se mocha con las chelas. En resumen, sí; porque me consiente. Pero también porque está él y casi no nos vemos, y sé que él está tan contento como yo de poder pasar tiempo juntos.

jueves, 16 de julio de 2009

Mi amigo el calcetín

A lo largo de los tiempos tan mugrosos que he estado pasando, creo que me he llevado sorpresas bien desagradables en cuanto a gente se refiere.

Por eso tal vez, he llegado a apreciar bastante a una en particular - porque fue la única sorpresa agradable. Sorpreeesa.

Al muchachillo en cuestión lo conozco en cierto modo desde la prepa, pero no nos hablábamos; eso fue hasta después. Y creo que podría decirse que fue por el BRMC que comenzamos a llevarnos, errr en forma.

Total que desde el año pasado empezamos a platicar bien y eso, y de ahí nos la agarramos jajajajaja. Y fue de ah mira a él también le gusta bla bla bla, lo cual me facilitaba mucho las cosas al conversar. Además, es como la persona que me educa musicalmente jajajajaja.

Ni siquiera recuerdo cómo ni por qué se tocó el tema de mi crisis existencial. Pero fue como un wow - porque al discutir todo eso con él, me di cuenta de que él entendía. Él entendía. Puede que muchas personas me apoyaran y me alentaran. Pero nadie en realidad comprendía.
Él sí.
Wooooow.

Si se piensa, tal vez eso es bastante triste porque eso significa que él está igual o peor de jodido que yo jajajajaja. Pero ha sido esa identificación, por triste que sea el asunto, la que nos ha unido (siento yo) y a mí me ha ayudado - no sólo por haber encontrado a alguien que sabe cómo es no querer levantarse de la cama y bla, si no que además ha logrado hacerme reír con/de todo eso.

Francamente no sé cómo le hizo/hace, pero ahí lo tienen: se ha convertido en alguien bien importante en bien poquito tiempo.

Y me siento bien chafa escribiendo esto, porque a pesar de sus consejos y buenos deseos para mi recluimiento, su persona me está haciendo falta.

Tendré que aplicar su idea de ponerle barba a un calcetín y hablar con él, buuuuuh.