Es muy fácil arrepentirse de las decisiones grandes - es fácil darse cuenta cuando uno se equivoca, porque las repercusiones suelen ser igual de grandes.
Yo últimamente he estado pensando más bien en las decisiones pequeñas. Aquéllas a las que no les damos mucha importancia - qué libro voy a leer, ¿me desvelo para ver esa película?, luego le hablo, neeeh no voy a la fiesta... suelen ser situaciones tan (aparentemente) triviales, que no les ponemos mayor atención. Y por eso, más adelante, no sabemos cómo nos marcaron; no sabemos cómo nos cambiaron, ni qué nos trajeron.
Si es que nos cambiaron o nos trajeron algo.
Pero por más malo que sea ignorar las consecuencias después, creo que es peor ni siquiera poder considerar su impacto desde antes - son cosas tan nimias, que tanto puede no ocurrir absolutamente nada, como pueden ser bolas de nieve cayendo por una montaña, aumentando de tamaño hasta que nos aplastan y arrastran nuestra casa.
Olvidémonos de que escogí mal la carrera. Eso es obvio.
Debí pedir clases de ruso y no alemán para matar mi tiempo libre.
Espero que a mi perro le haya dado tiempo de correr de la avalancha.
1 comentario:
nunca es tarde para comenzar de nuevo doña memmis, y usted puede hacer muchas cosas más aparte de la pedagogía y estoy seguro que no le costarán trabajo.
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